Conversación en Cafetal
Su vida es un baile, él es un baile, el baile es periodismo.
A los 19 años hizo prensa policial hasta de madrugada. Ahora hace crónicas, tiene un blog y es editor de una revista virtual. Está en sexto ciclo. Y su vida es el periodismo.
Un chico llamado Alfredo Pérez está en medio del patio de la facultad. Viene caminando lento. Tiene una mano en el bolsillo y en la otra sostiene un cigarro. Se sienta en una de las mesas de Cafetal en la facultad. Toma una Coca-Cola helada y café a la vez. “No es necesario estudiar periodismo para ejercerlo”, dice mirándome fijamente a los ojos mientras bota una hilera de humo por los labios. Él practica en el taller del quinto piso de la facultad donde es editor de la revista virtual www.redaccionline.com y continúa: “En otros países antes de ser periodista debes tener otra carrera”.
A veces está cansado de todo. Está desmotivado. A veces se quiere ir de la revista, de la facultad y meterse a estudiar literatura en la San Marcos y trabajar en una librería. “En nuestra facultad, en un salón hay 50 alumnos. De ese salón diez van a periodismo. En la mañana hay cuatro salones y en la noche dos. Por ciclo salen unos 50. Pero falta contar los de la San marcos, la PUCP, la Universidad de Lima, UPC, UTP, Gacilazo, Bausate y Meza, la Usil. Ahora mira. En el Trome, uno de los diarios más vendidos del Perú, trabajan unas 50 personas incluyendo diagramadores, fotógrafos, redactores, etc. Hay verdades que dan miedo“.
Alfredo no es un chico normal, aunque él diga que es como cualquier otro. Le gustan sus zapatillas viejas, sus jeans rotos. Camina de noche. Camina en su mundo. Camina con un cigarro en la mano o colgado en sus labios pequeños. Toma café. Tiene un bolso donde guarda cosas insignificantes, pero no para él. Tiene un lapicero, una credencial del taller donde está, un encendedor, de repente una cajetilla de cigarros, talvez en el bolsillo de su pantalón. Y cuando escribe se concentra. Es delgado, tiene rulos, rulos indefinidos, con un aspecto desordenado, que lo hace único, único porque es su estilo.
-Para ser periodista se nace y yo a veces pienso que no nací para esto
- Te contradices
- No, desde hace 8 meses que no escribo
- y lo de la revista Vaho
- …
Revista Vaho. Doce soles. En marzo de este año se comunicó con Eduardo Cornejo, el editor. Alfredo le dijo que quería colaborar con una crónica sobre su experiencia policial en un diario. Le explicó de qué se trataba y aceptó. Colaborador: escribir gratis. No le importa. Total, iba a ser la primera vez que lo publicaría en una revista. Vaho nunca salio. “Problemas internos”, le dijeron. Semanas después se encontró con Eduardo en un café miraflorino. Le dio una copia de su crónica con fotos y diagramado de recuerdo. La edición que nunca salió. Cosas que pasan.
La balada del solitario
Quinto piso del edificio de talleres. Cuatro de la tarde. Tiene los cabellos alborotados. Mira las teclas y la pantalla. Está concentrado. Voltea a preguntarle a su amiga Paula sobre los datos de la crónica que le está haciendo. A ella no le cobra. A otros sí: Hace trabajos a pedido. Su amiga dice que como editor es jodido. ”Hace lo que le gusta. Te ayuda, te enseña, no es egoísta, te aconseja leer bastante. Y cuando dice No, es NO!. Es extraño, su manera de vestir, de hablar, de caminar.
Le llega lo que diga la gente. No es que su estilo sea andar solo, de repente en una época se acostumbro a eso, ya no es así. Pero hay veces que se raya y se va caminar solo.
Su canción favorita es Baile y salón de Café Tacuba. Siempre cuando va a la discoteca Yacana, en el centro de Lima, la baila y canta, con cerveza en mano, “Yo que era un solitario bailando/ me quedé sin hablar / Mientras tú me fuiste demostrando/ que el amor es bailar.”
Le gusta el centro de Lima. Tanto así que cuando trabaje en un diario se va a alquilar un cuartito por la avenida Colmena o Quilca donde va a vivir solo y todo el día va a ser: diario-cuarto. Cuarto-diario. Así seria feliz.
Fuma al día una cajetilla de diez. Hace años probó marihuana, pero no le gustó: se dio cuenta que es hipercardiaco. Sabe que nada es para siempre. No le interesa tener descendencia y sólo quiere vivir hasta los 50. Le gusta estar con la gente que tiene los mismos intereses, por eso mismo no para con nadie en su salón, pero si los conoces de “hola y chao”.
Algunos dirán que no tiene vida, porque para desde las ocho de la mañana hasta las ocho o nueve de la noche en la universidad, pero en realidad si tiene vida: su vida es el periodismo, que es lo que más le gusta y lo único que sabe hacer: Escribir.
Su ex profesor de técnicas de periodismo escrito 2, Cristian Schunke, dice de él que “fue un alumno que cumplió mis expectativas. Pudo dar más, pero no quiso. Escribe bien. Tiene buena pluma. Desde la primera vez que lo leí hasta ahora, lo que escribió para la revista Vaho, ha mejorado mucho. Pero debe confiar un poco más en él. Trome le dejó una mirada. Le enseñó bastante a su poca edad. Es tímido, esa su personalidad. Cuando de verdad algo le interesa lo hace con ganas. Se preocupa en eso, en saber más, en investigar. Que puede lograr mucho, sí, pero sólo si él se lo propone”.
Al final de la calle
No hace caso a comentarios de sus amigos, profesores, ni a los que recibe en su blog. Le interesa más si dicen algo malo. Sabe lo que quiere. Por eso ha dicho no a varios trabajos pagados, prefiere escribir gratis en la revista virtual. Aunque a veces es complicado. Sabe lo que quiere y cuando lo hace se va. Cierra la etapa. Le pone fin. “Nada es para siempre”. Le falta confianza, demostrase a él mismo hasta donde puede llegar.
“El que se enamora más pierde. Perder es cuestión de método. A veces se gana perdiendo”, dice acariciando su café. Estamos sentados otra vez en las mesitas en el Cafetal de la universidad. Es de noche y empieza a hacer frió. A él le gusta perder algunas veces. En una relación que ha perdido gana porque se enamoró mucho.
A los 18 no sabia que estudiar. No sabe si lo que está haciendo ahora es lo correcto. Le gustaría escribir crónicas en una revista, ser editor de una revista importante, corresponsal, tener su revista. La facultad no es todo. La facultad no es nada comparado con la calle. Hay muchos periodistas que no son buenos, no son nada, no es que sea… no es que no confíe en él, es realista, no es genio.
Si no lee piensa, si no piensa y no lee esta recordando. Recuerda lo que va pasó en el día y piensa en lo que va hacer mañana. Cada noche dice que quiere dormir, porque no duerme, pero ayer durmió y no se baño. Hoy se levantó a las nueve de la mañana y llegó tarde a la facultad. Está haciendo un proyecto de una revista de literatura en la universidad con unos amigos. La revista se llama La Revista Sin Nombre, provisionalmente, aún no tiene nombre. Confía que saldrá pronto. Confía en él, no tanto, pero confía.
Sus novelas favoritas son, y que por coincidencia los protagonistas son periodista y trabajan en policiales, Conversación en la Catedral de Vargas Llosa, Tinta roja de Alberto Fuguet y Perder es cuestión de método de Santiago Gamboa. Y como cronistas a Jáuregui, Pinilla. Áviles, Angulo y Villanueva.
La ciudad y las crónicas
Cuando salió del colegio nunca pensó en estudiar periodismo. Quería hacer guiones de cine, de telenovelas. ¿Qué pasó? Se dio cuenta que necesitaba vivir más. No podía escribir algo porque me faltaba vivir. Y el periodismo le da eso: encontrar historias geniales.
Cuando tenía 19 empezó a leer a Jimena Pinilla. Ella escribía en la sección Contracorriente del diario El Comercio. Si no fuera por la "Bella Jimena" no le hubiese tomando tanto cariño al periodismo narrativo.
Y desde hace dos años escribe historias reales. Le gusta ir a cualquier lugar. Caminar y ver, con otros ojos, que ahí hay algo interesante. Que hay una buena historia que contar. La mayoría de la crónicas de Alfredo son urbanas, pero le interesa también aspectos como lo cultural, la literatura, lo de investigación. Todos tienen algo interesante que decir. La cosa es saber como jalarles la lengua y escribirlo. Tal vez la crónica insignia que tiene en su blog sea “El centinela del Oasis”. Trata sobre esos “nigth clubs” al paso que hay en la avenida Colmena.
En el camerino, Francis se abrocha su sostén y se pone un babydol rosado. Se mira en el espejo. Pinta sombras en sus pómulos y levemente el fin de sus ojos termina en una línea oriental. Trata de peinarse los últimos cabellos. El camerino es pequeño y lo comparten con las otras 10 mujeres. Abre los labios. Muerde con los labios un pedazo de papel higiénico blanco. Antes de salir acaricia su rostro y cierra los ojos. Voltea y en el gran espejo se ve todo el cuerpo. Sonríe. Estoy hermosa, pensará. Y sale por la puerta. Sus tacones suenan al caminar. Pac. Pac. A los 10 pasos se escuchan aplausos, silbidos y palabras sueltas que la halagaban. Gritan su nombre. Simplemente ella se sonríe, con amo, para ella.”
“La crónica es un hecho real, pero contada con elementos narrativos. Uno puede comprobar que los escritos son de verdad, que esas personas viven en esta ciudad, que te los puedes encontrar caminando por la calle. Hay cosas que uno nunca se las pudo haber imaginado y pasan y siguen pasando”. Tiene más de 40 visitantes al día a pesar de que solo haya nueve escritos. (www.lacrimogena.blogspot.com).
Es por eso que el periodismo le gustó tanto que hasta pasó 8 meses persiguiendo a la muerte sin recibir un sol. Y se quedó con esta carrera. Dejó la ficción por el periodismo. Una vez unos periodistas viejos le dijeron que era apasionado, él piensa que fue porque estaban ebrios.
Francis está desnuda. Sólo es ella y el tubo. Suena una canción romántica en ingles. Ella toma impulso y da 6 vueltas invertidas en el aire y cae suavemente, con las piernas abiertas. El público aplaude y se excitan. Claudia, pero por hoy se hace llamar Francis, está de espaldas a la jauria de hombres. Se agacha hasta tocar el piso sin doblar las piernas. «La pose del pollito», brama Jimy. Ella sigue recibiendo manotazos y miradas de animales. De pronto, un adolescente se abre paso. Gira su gorra. Se estira lo más que puede y mientras Francis sigue en esa posición, él le pasa la lengua por toda la línea mal trecha de su vagina. Ella da un gemido sin sonido. El ‘ Chino Jimy’ solo atina a reírse. El avezado adolescente vuelve a su sitio orgulloso. Su grupo de amigo y presentes lo felicitan, otros se asquean. Francis se hace la que no pasó nada. Se deja tocar por otros clientes y la música termina. Se dirige al camerino y, antes de entrar, voltea a ver quién fue el de la lengua fría”.
Tinta en sus venas
Cuando terminó el primer ciclo en la facultad su padre lo quitó de la universidad para meterlo a la San Marcos. No quería que estudie periodismo, sino ingeniería como él. Alfredo le dijo que no. A los pocos días lo matriculó en la pre. Pocas veces entraba a clases. Cuando llegaba a la avenida Arequipa se iba a la plaza Washington a leer. Y de vez en cuando se encontraba manifestaciones, acompañado de una cámara, los seguía y se hacia pasar por prensa de la San Martín.
Tenía 19 años. Acababa de terminar el primer año de universidad. Fue la mañana del 11 de julio de 2006 a pedirle a un viejo reportero de un diario popular que le enseñe lo que sabe. Días después, mientras le servía un vaso de cerveza helada, le dijo por qué había aceptado que sea su "cachorro": «Por que cuando yo me inicié a mí nadie me ayudó». Después se enteró que su jefe era el periodista de policiales más viejo de Lima. Que se conocía a todos los comisarios. Y que le había enseñado, así como a Alfredo, todo lo que sabe al actual director del diario donde trabaja. Él también fue su "cachorro", pero hace más de 15 años.
Con razón tienes esa cara de huevón- gritó mi jefe rompiendo el silencio de la medianoche. El vigilante del diario estaba en su caseta abrigado. En una silla, tomando café, viendo El especial del humor. Y yo sentado en el piso de losetas. Fumando. Leía una novela.
-No lo entiendo-, le dije mientras me parabas
- Porque lees tanto.
- ...
- Por eso tienes esa cara de huevón.
Me arranchó el libro y, mientras trataba de imaginarse de qué trataba, me dijo orgulloso que “desde que salí de la universidad no volví a leer un libro”.Tal vez tenga razón: no todo se aprende leyendo. Al rato vino la camioneta blanca y subimos. Vía expresa. Íbamos hasta Los Olivos por un chico que se mató porque su novia lo dejó. El viento me despeinaba por la velocidad. Vi mi libro en la mochila y a mi jefe tratando de servirme un vaso de cerveza heladísima sin que se le derrame. Cogí mi libro y traté de recordar dónde me había quedado. Cuando me pasó el vaso no me dijo nada.
Trabajo en un diario que es uno de los más vendidos de 50 céntimos. Con titulares impactantes y en la contraportada una chica. En realidad nunca trabajó en ese diario. Era algo así como "pre-practicante". Iba de comisiones, hasta en el turno madrugada. A veces escribía cuando su jefe nunca llegaba por ebrio. Llegar a un accidente antes que la ambulancia. Ver como muere un atropellado mientras los flashes de las cámaras le alumbran sus últimos segundos. Mirarle a los ojos de odio a un asesino que mató a su rival de amores. Ver a un niño down carbonizado. Escuchar los sollozos de una niña a la que le habían "tocado".
En marzo del 2007 se fue como vino: sin avisar. Perseguir a la muerte y siempre llegar cuando deja su huella. “Ver tanta mierda. Volverme un loco buscando morbo por la ciudad, como un vampiro que sale hasta de día buscando sangre. Escribiendo historias ajenas donde no siempre se muestras como es, sino haciéndolas más interesantes, con más ‘color‘. Cambié. Se estaba muriendo algo en mí. Perdía sensibilidad, que ya no era yo. No quería ser como ellos.” De un niño enclaustrado, se convertí en un caminante, a punta de carajos, de vaso de cerveza heladísima. Pero con ojos de periodista, con el corazón arrugado. Con más historias que contar, pero con menos capacidad de sentir. De estar tan cerca a la muerte, que ya todo parece que lo has visto. L a última vez que salí del diario caminé por el Jirón de la Unión. Me di cuenta que para ser grande en el periodismo tiene que tener:
- Talento
- Contactos
- Huevos(u ovarios)
- Y , que a veces es la más importante, tener suerte, pero mucha suerte.
Nuestro cafés ya se terminaron. En Cafetal no hay nadie. La universidad parece vacía. Con Alfredo camino por el patio donde hace 12 horas entró a su primera clase. Prende un cigarro. Clava sus ojos a la nada. Y dice lo último de la noche antes de seguir caminando y perderse al final de la calle:
" Las cosas buenas se copian, que ser nuevo duele, que si no la cagas no aprendes. Que a veces se trata de ensayar estilos, de contar buenas historias, de encontrarnos La vida no se escoge, me dijo mi jefe cansado de ver los mismos crímenes, cansado del periodismo, cansado de él- mientras abrazaba un botella de cerveza helada-. Esa madrugada, mientras caminaba por el Centro de Lima, me prometí nunca ser como él”.
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