6 de noviembre de 2008

Los perros no siempre son amigos de Néstor

No le quita la vista a la fila de perros que lo siguen, con una mirada tierna y cansada. Néstor Oregón Pacheco oye los ladridos y el sonido metálico de los objetos que remueve. Siempre lleva en su pecho moreno una medallita de la Sarita. Nunca se despega de su fiel carretilla, y a los 53 años recorre con ella la ruta más larga de su vida: Trece horas por día. Es recolector de basura.

Néstor era hijo de un albañil, que por problemas de la vida, se dejó atrapar por el roncito y otras bebidas alcohólicas. "Cuando uno se mete a ese mundo es muy difícil de salir, mi papá no pudo dejar su anisado y no regresó más a la casa", recuerda. Su mamá trabajaba en el mercado Caquetá, donde vendía condimentos desde las 6 de la mañana hasta la noche.

"Yo era muy vivo, o me creía vivo, porque no iba a clase y como mi mamá no llegaba hasta la noche no se daba cuenta, creo que de cierta forma no le importaba", añade mientras observa su carretilla.

Se levantaba junto con su madre pero nunca le importó el estudio, prefería irse son un grupo de chicos mayores que él, que se la pasaban en la calle fumando y tomando. "Yo empecé igual y llegué al terocal, mi madre se enteró porque empecé a vender las pocas cosas que teníamos en casa. Era chiquillo, me creía bacán, lo máximo, porque el terocal te hace sentite más, sentirte valiente, yo pensaba eso".

El terocal era uno de sus compañeros que lo llevó a la destrucción del orden en su vida. Muchas veces desistía de comer para poder adquirir un poco de ese viscoso pegamento. "Nada es como tu propia familia, mis amigos ahora no me conocen, algunos tienen carro, familia; yo tengo mi carretilla. Otros tienen casa y yo vivo donde la noch me encuentre"

El robusto Néstor recorre las laberínticas calles de San Mrtín de Porres, específicamente las de Palao. Se orienta mejor que los txistas, llega a cada lugar donde los monstruosos amiones de basura no pueden llegar. Es que del olor ni se diga, se expande rápidamente, generando la llegada de uno que otro can a destrozar las bolsas y comerse todo.

Este país esta jodido. La gente dice que la informalidad nos friega, pero sino de donde chambeo. Hay un montón de gente que chambea en lo mismo - me die Néstor reflejando la rustación en sus palabras. De esta manera confirma algunos datos existentes. Por ejemplo, el saber que solo el 20% de cachivaches llega alos rellenos sanitarios y que lo restante se lo reparten entre botaderos informales o lo queman.

Néstor empuja su carretilla y agita su triangulo campana, cuyo sonido se vuelve perdurable, a veces estridente y más incomodo que los claxon de los buses. "Ya llegué", es la señal para que la gente asome sus cabezas, pensando en sacar sus bolsas negras de basura y pagar por ella 30 céntimos, tarifa que en épocas de fiestas se incrementa 20 céntimos más. "Ya llegué, así me dicen, así me quieren".

Una bolsa de basura es siempre una caja de sorpresas

En la basura se encuentran muchas cosas: aretes, anillos, pulseras, comida, juguetes, desperdicios excrementó y papeles. "Los papeles yo los vendo y muchos de los demás recicladores hacen lo mismo, me dan 20 céntimos por el de color o cartones, 10 céntimos por botellas de plástico y 70 por papel blanco."

Después de una rigurosa selección regresa la basura a la bolsa y la lanza sobre el próximo camión donde los desechos no son nada y la basura es lo que es. "Basura". No conviene demorarse mucho porque el enemigo está al acecho: los perros rondan en busca de comida. Para él no serán los mejores amigos del hombre, pero necesita su rutinaria compañía.